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manifiesto

1. El socialismo chileno y el Partido Socialista constituyen una corriente político-cultural que ha tenido una gravitación decisiva en la historia de Chile. Su huella está presente en las principales transformaciones sociales que en la historia de nuestro país han ido en beneficio de los trabajadores y las trabajadoras, y de los sectores oprimidos y discriminados de nuestra sociedad. 

 

El socialismo chileno fue una corriente política singular en el mundo y América Latina, no asimilable a las grandes vertientes en que se bifurcó el movimiento obrero y la izquierda en el siglo XX. Se destacó, en ese sentido, por su imaginación y autonomía intelectual y política, y por su voluntad de pensar el socialismo a partir de nuestra propia realidad nacional y latinoamericana, construyendo síntesis teóricas y culturales propias y originales.

 

Posiblemente su momento más alto lo constituyó la llamada “Vía chilena al socialismo” y el allendismo como expresión del intento de amalgamar en un mismo proceso histórico socialismo y democracia, a la vez que construir al pueblo y a los trabajadores y las trabajadoras en un sujeto político consciente de sus derechos y de su protagonismo en el proceso de emancipación social. 

 

2. El socialismo chileno como corriente política hoy se encuentra en una grave crisis. Es una crisis de proyecto y de sentido histórico. Es también una crisis ética. El Partido Socialista, su expresión organizacional principal, se encuentra sumido en una profunda despolitización y ha abrazado en los últimos años un pragmatismo político que ha diluido sus principios fundacionales y su condición de fuerza de izquierda. Para muchos/as socialistas se ha vuelto una organización extraña e irreconocible a la luz de su trayectoria histórica. Ha dejado de ser un partido de militantes y su democracia interna la definen hoy redes clientelares de “militantes ficha”. Estas prácticas clientelares han conducido a un deterioro ético y a reducir la soberanía democrática de los verdaderos militantes. 

 

Ha sobrevenido un grave debilitamiento de su institucionalidad y de su estado de derecho interno. No existe hoy un espacio para el diálogo fraterno en su interior ni para un adecuado procesamiento de las diferencias políticas. Las resoluciones congresales suelen ser una concesión a las bases del Partido, para luego, simplemente, no ser cumplidas. Desde hace años ha venido sucediendo una diáspora del pueblo socialista y de manera más reciente destacados y destacadas militantes y dirigentes han abandonado las filas del Partido Socialista. Menos del 20% de los afiliados y afiliadas que integran el PS actualmente corresponden a militantes anteriores a 2014. 

 

Hoy una parte importante de la militancia histórica, del pueblo socialista y allendista no participa en el Partido Socialista. Tampoco resulta un lugar atractivo para las nuevas generaciones y para muchos/as nuevos/as líderes que prefieren ejercer su militancia de manera directa en los movimientos sociales o bien en nuevas organizaciones políticas. 

 

Quizás lo más grave es que el Partido Socialista actual ha perdido prestigio y credibilidad en la ciudadanía y en el movimiento popular. Ha ido retrocediendo electoralmente y la confianza que el mundo trabajador y popular históricamente ha depositado en él se ha debilitado. Tan grave como lo anterior es que en la actual dirección del PS no existe la conciencia necesaria para revertir este deterioro de la relación con el mundo social ni la voluntad para reconstruir una relación de confianza y credibilidad con la ciudadanía. 

 

3. El tema del debilitamiento y desdibujamiento de las ideas socialistas y de izquierda, sin duda, trasciende la crisis actual del Partido Socialista. Existe hoy una nueva realidad mundial, latinoamericana y nacional que es necesario analizar e interpretar. Se ha producido un rezago de la teoría crítica respecto a la rápida evolución y mutación de los nuevos escenarios del capitalismo en su actual fase neoliberal en el marco de una revolución tecnológica que modifica el trabajo, las formas de vida, y las maneras cognitivas y emocionales de estar y percibir el mundo. 

 

Si como proponía Marx el mundo ya no había que interpretarlo sino cambiarlo, parece necesario en esta etapa detenerse un momento para volver a interpretarlo y, desde esa reinterpretación, reconstruir una acción efectivamente emancipadora. 

 

El capitalismo ha alcanzado nuevas formas de desarrollo y de acumulación en esta etapa. La desaparición de contrapesos a escala mundial ha favorecido la implantación de un modelo de producción y acumulación que ha incrementado la desigualdad social, ha hecho mas ricos a los ricos, ha precarizado la vida y el trabajo, y ha puesto en serio riesgo la estabilidad y viabilidad medioambiental del planeta. La dislocación productiva ha minimizado el rol de la clase obrera en diversos países, abriendo paso a formas heterogéneas y cada vez más desreguladas del trabajo asalariado, invisibilizando también el trabajo reproductivo no asalariado que realizan millones de mujeres bajo este sistema patriarcal capitalista. 


 

En Chile el 80% de las personas sigue siendo un trabajador y una trabajadora asalariado/a y más del 30% de los trabajos tienen un carácter informal. Hoy en Chile existe una masa laboral fuertemente endeudada. Las formas del trabajo han cambiado, pero no así la explotación; y antiguas y nuevas formas de alienación se hacen presente y se superponen. La percepción cotidiana es la de un abuso constante y generalizado. Vivimos en sociedades cansadas que ponen en el centro una ideología de rendimiento compulsivo y deshumanizado. Una ideología que induce a la autoexplotación. 

 

El nuevo sujeto de la transformación es hoy más heterogéneo en su composición social y trae, a partir de sus prácticas de vida y de sus relaciones con las nuevas formas del trabajo, otras subjetividades que es necesario conocer y comprender. Las contradicciones sociales y de clase hoy se expresan en las ciudades y los territorios; en el debilitamiento de los derechos sociales y de los servicios públicos; en los bajos salarios y pensiones; en contratos precarios y en nuevas plataformas tecnológicas que desregulan y precarizan aún más el trabajo; en el debilitamiento de los sindicatos y de la asociatividad solidaria; en las antiguas y nuevas formas de sobreexplotación de las mujeres; en la pobreza asociada a la inmigración. 

 

La globalización económica con hegemonía del sector financiero en desmedro de los sectores productivos e industriales no solo ha significado una acentuación de la especulación financiera, sino que ha traspasado el poder de la soberanía popular -concebida en el marco de los estados nacionales- a entidades financieras internacionales que hoy deciden los destinos de la humanidad al margen de la soberanía de los pueblos. El mundo se rige por entidades financieras y grandes conglomerados económicos supranacionales, mientras las democracias y el voto de los/as ciudadanos/as se sigue haciendo a escala de los estados nacionales. Por ello, se ha dicho de manera correcta que la política ha perdido poder y esta crisis de la política ha debilitado el compromiso de la ciudadanía con esta. La ciudadanía percibe con escepticismo creciente la idea de que los proyectos de cambios se puedan realizar desde la política tradicional. Se viven tiempos de desesperanza aprendida con las posibilidades transformadoras de la política. Vivimos una época en que “repolitizar la política” y “democratizar la democracia” constituyen redundancias necesarias para reconstruir un nexo de confianza entre ciudadanía, política, democracia y transformación social. 

 

Este nuevo ordenamiento global neoliberal va dejando ganadores y perdedores entre los países y dentro de cada país, generando inéditas olas migratorias que han abierto paso a nuevos desafíos y complejos problemas y que, por sobre todo, han sido el caldo de cultivo para el resurgimiento de posiciones de odio al extranjero (xenofobia) y de manera especial al extranjero económicamente pobre (aporofobia), catapultando un renacimiento de chovinismos ultranacionalistas. Nuevas formas de fascismos acechan hoy en el mundo, en América latina y en Chile.

 

También se ha acentuado en esta etapa del desarrollo capitalista una crisis medioambiental sin precedentes. Debemos reflexionar y definir con apremio la relación entre socialismo y medioambiente. Un orden económico construido sin reglas y orientado a maximizar las ganancias se transforma en un capitalismo depredador del medioambiente y amenaza la sobrevivencia del planeta. Se trata de poner en diálogo y revisión las concepciones socialistas –también enraizadas en el productivismo y en la idea de crecimiento ilimitado- con las nociones de buen vivir, igualdad social y equilibro ambiental, dando paso a una nueva síntesis y noción socialista sobre el desarrollo económico. 

 

Con la irrupción de la emergencia climática y la escasez creciente de recursos básicos como el agua, la crisis ambiental tiene un sentido de urgencia inédito. Se trata de una realidad apremiante e impostergable, que implica para su superación cambios radicales en las formas de concebir la producción, el crecimiento económico y las formas de vida a las que induce el capitalismo, las que de no variar en un plazo breve amenazan la existencia misma del planeta y de la vida en él. 

 

En esta nueva realidad mundial y social, el movimiento feminista, en su vertiente socialista y de impronta popular y de clase, ha renovado la crítica al capitalismo visibilizando el lugar del trabajo reproductivo no remunerado, también conocido como trabajo doméstico y de cuidado; aquella plusvalía invisible del trabajo de las mujeres presente en los orígenes y a lo largo de la historia del capitalismo, así como aquellos estereotipos que contribuyen, desde la cultura, a la reproducción simbólica y material de la violencia hacia las mujeres. La crítica al patriarcado y a las distintas formas de dominación cultural que este asume se ha revitalizado tanto en su análisis de la vida cotidiana como de las formas capitalistas de creación de valor económico y de producción. 

 

Se vive igualmente un proceso de creciente reconocimiento de la diversidad de las formas de vida y de la autonomía moral de las personas para adoptar sus propias decisiones al respecto. En este camino han avanzado las demandas por el reconocimiento de la diversidad sexual o LGBTQI+, lo que también ha despertado posiciones fundamentalistas que es necesario enfrentar para evitar involuciones conservadoras. 

 

En este nuevo mundo más diverso en interconectado, las contradicciones de clase, raza, etnia, género, orientaciones sexuales, ecológicas, de formas de habitar la ciudad, así como las desigualdades regionales, territoriales y locales se encuentran fuertemente imbricadas, y como tal deben entenderse y abordarse en la reflexión crítica y en la acción política. 

 

Dentro de este proceso de reflexión y de reconstrucción de una nueva propuesta socialista, un aspecto fundamental es revisar las formas como hemos concebido hasta ahora la organización política y las formas de acción y de militancia. En este ámbito existe una revolución en curso. Las nuevas tecnologías y la creación de redes sociales y aplicaciones tecnológicas están produciendo cambios profundos en las formas de socialización política, de organización y de incidencia política, y de manera muy concreta en las maneras de ganar campañas y elecciones. El peso del manejo de grandes volúmenes de información y de datos personales -big data y otras herramientas- ha sido fundamental en las más recientes elecciones a nivel internacional y de manera muy gravitante en el avance de la ultraderecha. Pero más allá de ello, se trata de nuevas tecnologías que están llamadas a transformar la política y la democracia del futuro, y sobre las cuales debe reflexionar también el mundo de la izquierda junto con apropiarse de ellas. 

 

Políticas de reconocimiento y una creciente individuación tensionan los proyectos ideológicos globalizantes como el socialismo y el proyecto de izquierda se atomiza en una gran sumatoria de causas particulares. Las formas de vida se toman las decisiones políticas de las personas. Analizar estos fenómenos y repensar la política misma, la idea de cambio social y las formas de organización y de participación constituyen un desafío mayor de innovación en el marco de reconstruir una estrategia transformadora de la izquierda para este tiempo.

 

4. En este contexto, pensamos que debe abrirse paso a un amplio y profundo proceso de reflexión en todas las fuerzas y militancias del socialismo chileno. Un proceso similar al que se originó en su momento con el Programa del 47 bajo el liderazgo intelectual de Eugenio González; o el proceso que dio vida a la Unidad Popular y la “Vía chilena al socialismo” entre 1952 y 1970. O el original trabajo de intelectuales socialistas en los 60 para dar forma a una teoría económica propiamente latinoamericana conocida como “teoría de la dependencia”; o el visionario y decisivo trabajo en torno al feminismo de Julieta Kirwood. O bien las lúcidas interpretaciones sobre las razones de la derrota de la Unidad Popular elaboradas por la primera dirección clandestina del PS; o el proceso de Renovación Socialista, en sus distintas vertientes, durante los años 80, así como los debates que dieron lugar a la reunificación del socialismo chileno en 1989. 

 

Hoy existe un claro agotamiento de las ideas y perspectivas políticas socialistas y se requiere abrir un proceso de reflexión de la envergadura histórica como los señalados anteriormente. Solo iniciando un proceso intelectual y político de esas características y dimensiones será posible abrir una etapa de reconstrucción de un proyecto de izquierda que restituya la capacidad crítica del socialismo, dando cuenta del capitalismo contemporáneo y de sus viejas y nuevas contradicciones e irracionalidades. Un proceso de reflexión que combine con sabiduría el rescate de lo más creativo de la tradición socialista histórica, pero con mucha apertura a entender lo nuevo de este tiempo. 

 

5. Para abrir paso a este proceso hemos decidido organizarnos en una “Plataforma Socialista”. Plataforma política a la que convocamos a participar a compañeros y compañeras que se sienten, piensan y comparten los valores socialistas; a quienes hoy militan en el PS, pero también a quienes se han alejado desde hace ya un tiempo o de manera más reciente; a los/as miles de militantes no refichados/as; a los/as socialistas que hoy se encuentran en otras orgánicas pero que se siguen reconociendo como parte de la cultura socialista y, de manera muy especial, a independientes, a las generaciones jóvenes y a los y las dirigentes sociales de izquierda que se sienten parte de la tradición allendista y que quisieran proyectarla de manera creativa al futuro. 

 

Se trata de un nuevo espacio de reflexión y debate político que busca detener la diáspora socialista y oponerse a las fuerzas centrífugas existentes, sumando y reagrupando al mundo socialista para un proyecto de y con la izquierda. Un espacio que frente a la despolitización predominante ofrezca un lugar de diálogo fraterno y de acción socialista. En este contexto, impulsaremos, a lo largo del país y sectorialmente, “Diálogos Socialistas” como una instancia de reencuentro y repolitización del socialismo chileno. 

 

La actual dispersión no permite que hoy nos encontremos todos/as los/as socialistas al interior del PS, por lo que es necesario organizarnos en un espacio político que respete las distintas opciones de militancia y participación, en el marco de una cultura de respeto y de fraternidad socialista. Un espacio protegido de actos de intimidación, violencia de género y prepotencia. Nadie está excluido/a de esta iniciativa, pues se trata de un espacio de (re)encuentro, reflexión, recuperación de principios, restablecimiento de una ética socialista y de construcción de un nuevo proyecto de izquierda para Chile. 

 

6. Nos unen acuerdos básicos sobre la realidad política del país y la convicción de que el capitalismo neoliberal perpetúa una sociedad desigual, abusiva e injusta. Queremos incidir sobre esa realidad y actuar para transformarla. 


 

Nos convoca y nos une la necesidad de encontrar los caminos y acumular la fuerza necesaria para desarrollar un programa que signifique la superación del modelo neoliberal en Chile y la generación de una nueva Constitución Política por la vía de una Asamblea Constituyente. Salir del neoliberalismo y la generación de una nueva Constitución Política son partes de un mismo proceso. 

 

Queremos construir un proyecto político socialista que implique recuperar nuestros recursos básicos y nuestra soberanía económica. Un proyecto que se plantee un rol activo del Estado en un nuevo enfoque de desarrollo que supere la actual estructura rentista, sin valor agregado ni innovación tecnológica de nuestro desarrollo productivo y que sea sustentable en términos medioambientales. Un proyecto que reconozca y garantice de manera universal los derechos sociales a través de fuertes y eficaces sistemas públicos de salud y educación, y que tenga una política clara en favor de un sistema de seguridad social solidario poniendo fin al sistema de AFP. Un proyecto que tenga en su centro un feminismo socialista que se proponga la transformación económica, social, cultural y política de las relaciones de género que impone el sistema capitalista y patriarcal. 

 

Un proyecto socialista que promueva un desarrollo regional y territorial descentralizado y equitativo, con traspaso efectivo de poder económico y de decisión a las regiones. Un Socialismo que enfrente y confronte con convicción el centralismo. Las próximas elecciones de gobernadores regionales solo tendrán verdadero sentido y profundidad si se acompañan de un traspaso de competencias y una descentralización presupuestaria en el marco de una reforma del Estado concebido en base a regiones fuertes con identidad y proyectos de desarrollo propios. 

 

Un proyecto socialista que reconozca nuestra diversidad étnica, y nuestro carácter multicultural y plurinacional. Un proyecto comprometido de manera inequívoca con los derechos humanos como construcción de memoria histórica y futuro. 

 

Creemos que un programa de esta naturaleza debe ser la base para la construcción de una nueva alianza política y social que tenga en su centro la unidad de la izquierda, asumiendo su tradicional pluralismo ideológico, su diversidad generacional y de género, y sus vertientes y organizaciones históricas y emergentes. 

 

Una motivación central de esta Plataforma Socialista es poder aportar, desde un socialismo que recupera su capacidad crítica y transformadora, a la reconfiguración y unidad de las fuerzas populares y de izquierda. Pensamos que las coaliciones de la transición se han agotado electoral y programáticamente, y expresamos nuestra profunda crítica a la conducción actual de la Democracia Cristiana por haberse transformado en una fuerza que ha contribuido en este período a dar sustento parlamentario al programa de relegitimación neoliberal que impulsa el gobierno de derecha. 

 

Creemos en la convergencia y unidad del socialismo chileno con todas aquellas fuerzas que están por una crítica y un programa de transformación del capitalismo neoliberal actual. De manera especial queremos acrecentar el diálogo y la unidad con el Frente Amplio, el PC y Unidad para el Cambio, y el PPD, como base para enfrentar el próximo ciclo electoral que comprende comicios municipales, de gobernadores regionales en 2020, y parlamentarios y presidenciales en 2021. 

Entendemos que esta alianza debe ir creciendo hacia más sectores políticos y sociales hasta construir una mayoría política y electoral, pues reconocemos en todos los partidos de centroizquierda corrientes progresistas y de avanzada -socialcristianas, humanistas laicas y liberales- que abogan por un programa de cambios progresistas y antineoliberales de acuerdo con sus propias tradiciones intelectuales e históricas. 

 

Se requiere una alianza que dé sustento a una mayoría política, social y cultural capaz de derrotar a la derecha, pero no desde un acuerdo sin contenido. No buscamos construir una alianza que dada su amplitud se vuelva finalmente amorfa y contradictoria en sus definiciones programáticas, sino que queremos construir una unidad donde un conjunto de contenidos y transformaciones antineoliberales sea la base inequívoca del acuerdo y de la identidad programática de dicha alianza. 

Una lección aprendida en estas décadas es que tampoco habrá cambios políticos y sociales sustantivos sin la movilización social, es decir, sin la presencia concreta de una sociedad organizada y en movimiento que exija el reconocimiento, garantía y protección de sus derechos. Para ello, esta Plataforma hará todos los esfuerzos que sean necesarios en pos de la recomposición de los lazos con los movimientos sociales, respetando su autonomía y buscando superar la fractura entre lo social y lo político. 

Concluimos convocando al amplio pueblo socialista a iniciar un proceso de convergencia y reagrupamiento a través de esta “Plataforma Socialista”; a recuperar la esperanza en que el socialismo chileno puede reconstruirse y proyectarse con una identidad de izquierda nítida y con sentido de futuro en la actual etapa del país, y en que este momento gris, de falta de ideas y liderazgo irá quedando atrás producto del trabajo colectivo y unido de los socialistas y las socialistas, siempre en torno a una presencia comprometida y protagónica en cada una de las luchas y demandas sociales del pueblo chileno. 

 

Este es un documento, una propuesta y un movimiento en construcción. En noviembre de este año realizaremos una Convención Socialista, amplia y participativa, para reflexionar y deliberar sobre el futuro de la izquierda, del socialismo chileno y de un proyecto democrático posneoliberal. 

 

Llamamos a todos y a todas quienes se sienten socialistas y comparten los lineamientos centrales de esta propuesta a sumarse a las tareas de reflexión, organización y acción que de aquí se desprenden. Hemos decidido poner nuevamente en nuestras propias manos, con responsabilidad y unidad, el futuro de las ideas socialistas y de una sociedad más justa. 

 

28 de septiembre de 2019

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