top of page
  • Foto del escritorAldo Frites

Columna de Ernesto Águila: “Plebiscito del 25-O: resultados e interpretaciones”

En el este plebiscito la derecha jugará a disimular la derrota y/o a que éste tenga el menor impacto posible. Es decir, perder ganando en cualquier escenario. Esta estrategia -que puede parecer astuta en el papel, pero tiene importantes fisuras- obliga a redefiniciones en el campo de la izquierda y de la centroizquierda.

 

Se dice que las elecciones no se ganan ni se pierden, sino que se interpretan. El dicho tiene un límite: finalmente alguien gana la elección. Pero también es cierto que la lucha interpretativa de un resultado suele ser determinante, sobre todo para el escenario siguiente. La noche del 25 de octubre habrá un resultado, pero también una intensa disputa por su significado y por apropiarse de éste.


En la derecha comienzan a perfilarse tres estrategias: por un lado, está la de quienes insistirán en la inviabilidad del plebiscito y apostarán, en estas semanas, al miedo, para buscar la menor participación posible (J.A. Kast y otros). Estos sectores se aferrarán la noche del 25-O al resultado de la abstención. Una segunda estrategia, más doctrinaria, consistirá en alinearse en torno al Rechazo y apostar a que la diferencia con la opción Apruebo sea lo más estrecha posible. 


Una tercera estrategia apuesta a diluir el significado transformador del plebiscito ya sea sumándose abiertamente al Apruebo (Lavín, Desbordes) o bien promoviendo una prescindencia del Gobierno frente a las opciones en disputa, intentando “desdramatizar” el evento y sus consecuencias. Algo que permita concluir la jornada electoral con un tópico del tipo: “No hay vencedores ni vencidos, ha ganado Chile”. Para Piñera, que comienza a decantarse por esta opción, existe una motivación adicional: impedir que el 25-O se transforme en un plebiscito sobre su gobierno y su continuidad.


A la derecha históricamente le ha costado ganar elecciones, pero ha desarrollado una cierta astucia para hacerlo, incluso perdiendo. Ha aprendido que la abstención es mayor en los sectores populares que en los más pudientes donde está su electorado, por lo que alimentar el escepticismo y la anti política es rentable. Que lo que más importa en una campaña es cuanto se moviliza al propio electorado, pero también cuanto se desmoviliza al del adversario. Que el voto voluntario juega a su favor: por eso este plebiscito es con voto voluntario y el de salida obligatorio. Y que adelantar el debate presidencial es una eficiente manera de mantener dividida a la oposición.


“A la derecha históricamente le ha costado ganar elecciones, pero ha desarrollado una cierta astucia para hacerlo, incluso perdiendo. Ha aprendido que la abstención es mayor en los sectores populares que en los más pudientes donde está su electorado, por lo que alimentar el escepticismo y la anti política es rentable. Que lo que más importa en una campaña es cuánto se moviliza al propio electorado, pero también cuánto se desmoviliza al del adversario”.


En el plebiscito del 25-O, por tanto, la derecha jugará a disimular la derrota y/o a que éste tenga el menor impacto posible, sea por la alta abstención o porque la distancia entre el Apruebo y el Rechazo sea más estrecha de lo presupuestado. Es decir, perder ganando en cualquier escenario.


Estas estrategias del Gobierno y de la derecha frente al plebiscito del 25-O obliga a redefiniciones en el campo de la izquierda y de la centroizquierda. La estrategia de la derecha puede parecer astuta en el papel, pero tiene importantes fisuras. 


Si una parte de la derecha quiere presentar el plebiscito del 25-O como un mero trámite, lo que corresponde es contraponer y enfatizar la trascendencia histórica de este evento. La posibilidad de poner fin a la Constitución del 80 y de escribir una nueva Constitución en una Convención Constitucional íntegramente elegida, paritaria y con escaños reservados para los pueblos indígenas es un hecho inédito en nuestra historia republicana. Por tanto, tratar de disimular la densidad histórica del hecho no es fácil. Las imposturas también tienen un límite. El juego de la derecha tiene un problema de verosimilitud que subestima la inteligencia de los/as ciudadanos/as.


“Si una parte de la derecha quiere presentar el plebiscito del 25-O como un mero trámite, lo que corresponde es contraponer y enfatizar la trascendencia histórica de este evento. La posibilidad de poner fin a la Constitución del 80 y de escribir una nueva Constitución en una Convención Constitucional íntegramente elegida, paritaria y con escaños reservados para los pueblos indígenas es un hecho inédito en nuestra historia republicana”.


El nuevo escenario también plantea el desafío para la oposición de adelantar y perfilar más los contenidos de una nueva Constitución. Doblar la apuesta, si se quiere. Ser capaz de diferenciarse durante la campaña de este Apruebo continuista que ha surgido en la derecha. Y lo que resulta más relevante: vincular el 18-O, sus protagonistas, su fuerza y sus demandas con el plebiscito del 25 de octubre. 


El plebiscito del 25-O que pone fin a la Constitución pinochetista en realidad es el que debimos tener en 1989. La historia no se escribió de esa manera. Lo tendremos 30 años después. Pero lo que se puede extraer como lección es que hay que comenzar desde ya a construir la fuerza y el escenario del post-plebiscito. Es decir, remarcar la continuidad entre el triunfo del 25-O y la nueva Constitución. La experiencia del 88 enseña que se puede ganar un plebiscito y perder en el escenario siguiente. La derecha sabe de esas combinaciones y de cómo estas pueden jugar a su favor.


Sería un error inexcusable para la izquierda y las fuerzas progresistas no construir una estrategia unitaria y un discurso claro que les permita diferenciarse de la derecha en esta campaña e impedir que ésta pueda tener éxito en disimular u ocultar la gran derrota histórica que significa el fin de la Constitución del 80. El 25-O los partidarios del Apruebo deberán ganar en las urnas, pero también en la lucha interpretativa por el resultado que por lo que se avizora será tan intensa como el recuento de votos.


“El plebiscito del 25-O que pone fin a la Constitución pinochetista en realidad es el que debimos tener en 1989. La historia no se escribió de esa manera. Lo tendremos 30 años después. Pero lo que se puede extraer como lección es que hay que comenzar desde ya a construir la fuerza y el escenario del post-plebiscito”.

40 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page