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El retorno de lo reprimido: Sobre el “jaduecentrismo” y el nuevo “naranjazo”. Por Rodrigo Karmy

Como el espectro contra el cual el partido neoliberal levanta todos sus conjuros, Jadue parece ser el dispositivo de visibilidad de todos los candidatos en la medida que éstos aparecen en la opinión pública solo cuando hablan de él. La paradoja se puede formular así: al pretender conjurar al espectro-Jadue, el partido neoliberal no hace más que conjurarse a sí mismo. Porque en vez de afirmar su propia posición, confirma la posición del otro al que se conjura.

 

Todo el partido neoliberal ha devenido jaduecéntrico. Cada uno desde su propia trinchera, se dedica a comentar, criticar, aterrorizar a la población o repudiar el programa del candidato Jadue. Cualquier afirmación que haga Jadue, los agónicos voceros del partido neoliberal se aglomeran por comentar, criticar, repudiar, intentan darle lecciones, restituir su narrativa de poder, pero todo es vano: Jadue decide el estado de excepción mediático de la presidencial.


Como el espectro contra el cual el partido neoliberal levanta todos sus conjuros, Jadue parece ser el dispositivo de visibilidad de todos los candidatos en la medida que éstos aparecen en la opinión pública solo cuando hablan de él. La paradoja se puede formular así: al pretender conjurar al espectro-Jadue, el partido neoliberal no hace más que conjurarse a sí mismo. Porque en vez de afirmar su propia posición, confirma la posición del otro al que se conjura.


La magia del partido neoliberal no funciona. Aquella que le brindó tan buenos tiempos en que la promiscuidad binominal permitía el paso del directorio de una AFP al gabinete del gobierno de turno o que posibilitaba que la propia centro-izquierda, la misma que hoy revindica el “socialismo democrático” (incluso, del mismo ex ministro del interior de Ricardo Lagos) haya traído al reo Pinochet de regreso a Chile en la más absoluta impunidad. La magia de los otros tiempos se acabó; sus conjuros se han desactivado, gracias a la revuelta octubrista que los destituyó. La desesperación del partido neoliberal consiste en prescindir de la magia que le garantizó el conjuro decisivo al espectro de la Unidad Popular que podía acechar en cualquier momento y que la binominalización del sistema político, así como las otras “trampas” constitucionales podían salvaguardar.



No volverá la izquierda, jamás resucitará el tercio que llevó a Allende al poder en 1970, nunca regresará ese fantasma al que tantas veces se anunció como un mal recuerdo de una sociedad del pasado. Justamente, toda la transición política articulada desde el partido neoliberal y su dispositivo constitucional fueron el arsenal necesario para conjurar el retorno de lo reprimido. Y este último se abrió camino, a veces poco a poco, otras intempestivamente. Y el retorno vino con una intensidad inusitada el 18 de Octubre de 2019 amenazando la consistencia misma del sistema político chileno articulado a la fuerza desde 1973 y puesto en forma desde 1988. Todo lo que el sistema político quería evitar proliferaba masivamente por todas las calles del país.


El efecto inmediato fue la destitución de la magia, el extraño conjuro que posibilitó la exclusión del tercio de izquierdas masacrado genocidamente desde 1973 y desarticulado políticamente desde 1988. La cartografía política experimenta desesperación. No encuentra dirección para sus dichos ni sus hechos. Sus actores se atolondran, cometen actos de completa torpeza y abyección condensado en la figura del último presidente de ese régimen: Piñera. Cuando no hay conjuro, los espectros alcanzan cualidades insondables. Y esas cualidades se han incrustado en la actual coyuntura presidencial en Daniel Jadue, candidato presidencial del Partido Comunista de Chile.


Frente a la destitución del conjuro, el partido neoliberal no sabe cómo proceder: sus palabras no funcionan, no detonan el conjuro que detonaron en un pasado reciente. Jadue dice cualquier cosa y todos los demás hablan de lo dicho; en general, de porqué no tiene razón, de porqué sería un mal programa, de porqué, en definitiva, Jadue sería el “mal” que, sin embargo, seduce. Ahí están los heraldos del neoliberalismo nuevamente diciéndonos lo que es “bueno para Chile” y lo que es “malo”, nuevamente sus ángeles defendiendo “lo avanzado” frente al demonio destructivo que acaba de surgir y frente al cual parecen estar exentos de cualquier contención.


¿Cómo contener a Jadue? ¿A través de la Democracia Cristiana? Posiblemente, las recientes elecciones a gobernador por Santiago marcan a fuego lo que será la presidencial, reproduciendo un escenario similar al que llevó a Frei Montalva al gobierno en 1964, también conocido como el “naranjazo”: frente a la posibilidad que gane el candidato de la izquierda (en ese momento Allende) y ante una cartografía política que se ha desplazado hacia la izquierda pues exige cambios estructurales, la derecha vota por la Democracia Cristiana para evitar el triunfo de la izquierda y así garantizar su régimen hacendal. Sin embargo, el “naranjazo” de 1964 solo dilató lo que venía anunciándose y, después del gobierno de Frei que, en contra de las pretensiones de la derecha, abrió la válvula de la Reforma Agraria, triunfó el gobierno popular de Salvador Allende en la elección de 1970.


Sin embargo, el “naranjazo” se produce en plena ebullición del Partido Demócrata Cristiano que hoy aparece enteramente agónico, aunque intentando recuperar sus antiguos poderes. Un escenario distinto, sin duda, pero un fantasma similar. Se cristaliza en Jadue a partir de dos posibilidades íntimamente ligadas: en primer lugar, la abertura del tercio de izquierdas por años conjurado; en segundo lugar, la posibilidad cierta de que dicha izquierda pueda ganar el gobierno. El retorno de lo reprimido por 50 años vuelve. Pero vuelve diferente. Con otros colores, intensidades y protagonistas. Lo cierto es que el régimen transicional ha sido despojado de sus poderes de contención y desde su propio interior ha irrumpido un fantasma que lo ha destituido.


La transición ha quedado atrás. El neoliberalismo no. Los conjuros no sirven, pero nada dice que no puedan inventar otros más eficaces. Por eso, quizás, la tarea política más decisiva no sea tanto el ganar la presidencial (¡por supuesto que sería importante!) sino cuidar la grieta abierta por el partido octubrista. Porque, así como los heraldos del neoliberalismo están trabajando para restituir el mundo de sus sueños donde el tercio de izquierda vuelva a desaparecer (literalmente), las múltiples expresiones de izquierda han de impedir que se cierre dicho tercio que termine por la instauración de un nuevo Pacto Oligárquico.


Luchar desde el común significa transversalizar luchas cuidando que la grieta abierta por el 18 de Octubre no se cierre jamás: abrir un “afuera” en un mundo sin afuera (la globalización neoliberal) significa hacer irrumpir la vida en medio de la muerte. Como un desgarro de porvenir en medio del presente, la grieta abierta por el octubrismo es el único lugar en el que la multiplicidad de las izquierdas anti-neoliberales puede existir. Cerrarlo sería condenarnos al olvido, despojarnos de una historia que solo la intensidad de luchas pudo abrir.

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