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Columna de Fernando Atria: Preguntas sobre la nueva Constitución

Publicada en La Tercera el 13.11.2019

¿Qué es una Constitución, y cuándo es “nueva”? Una Constitución es una decisión fundamental sobre la configuración del poder. La “Constitución Política de la República” hace lo que su nombre indica: constituye políticamente la República. Una reforma constitucional es una modificación del texto constitucional, una nueva Constitución es una nueva decisión de configuración de lo político.

¿Cuál es la Constitución vigente?

Lo explicó en su momento Jaime Guzmán: “si llegan a gobernar nuestros adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría, porque el margen de alternativas que la cancha imponga de hecho a quienes juegan en ella, sea lo suficientemente reducido para hacer extremadamente difícil lo contrario”. El objeto de la Constitución de Guzmán fue crear un poder neutralizado.

¿Qué tiene que ver la Constitución con el “estallido social”?

El que protesta no requiere identificar previamente las causas de su predicamento; le basta sufrir las consecuencias. Vivir bajo un poder neutralizado tiene dos consecuencias. (i) La política es incapaz de procesar con eficacia demandas sociales de transformación, y (ii) los poderes constituidos son incapaces de enfrentar al poder económico, ni de proteger al ciudadano del abuso. Por eso la “clase política” y el abuso son los dos temas más evidentes en las manifestaciones.

¿Es posible una nueva Constitución a través de la reforma constitucional? No. Lo enseñó Ricardo Lagos el 17 de septiembre de 2005. La razón es obvia: el sentido de los procesos de reforma es proteger la Constitución, para que a través de ellos se puedan modificar muchas cosas, pero no la decisión fundamental en la que la Constitución consiste.

¿Por eso un plebiscito? Exacto. El poder constituyente supone una manifestación no neutralizada del pueblo, la que se hace posible por un plebiscito (anterior, por cierto). Sería una decisión “institucional”, pero en que el poder institucional reconoce que es un problema que lo excede, y que por eso el poder debe volver a su titular originario, el pueblo.

¿Y cómo sigue el proceso? Será necesaria una asamblea constituyente. Habrá intentos por evitarla: comisión mixta, convención constituyente, congreso constituyente. En las condiciones actuales de deslegitimación de los poderes institucionales todas estas soluciones se mostrarán insuficientes para producir lo que la nueva Constitución más necesitará: legitimación. Y entonces hablaremos en serio de asamblea constituyente, que es después de todo un cuerpo representativo, elegido por elección popular, que recibe el encargo específico de darnos una nueva Constitución, y que se disuelve una vez cumplido ese mandato.

¿Solucionará todos los problemas la asamblea constituyente?

Claro que no. Pero contribuirá decisivamente a la relegitimación de la política institucional, condición necesaria para poder enfrentar todas las demás cuestiones.

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