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Momias, zombis y Leviatán: viaje al bestiario político del rechazo por Álvaro Ramis*

Un bestiario es una recopilación de seres mitológicos, fantásticos o extraños que han surgido de la invención humana. Son criaturas imaginarias, producto de sueños, deseos y miedos que compartimos como sociedad. Algunas de estas bestias mitológicas integran atributos propios de animales y humanos; otras, más “monstruosas” todavía, superan las expresiones animales y se arraigan en el imaginario popular de la muerte, en base a supersticiones, mitos y leyendas. Estos relatos pueden considerarse el reemplazo premoderno de las explicaciones científicas, que permiten interpretar ciertos fenómenos de la vida.



En este artículo analizaremos el campo político que ha configurado el Rechazo, como un campo político compuesto por varios actores, que se opone a los cambios contenidos en la propuesta de nueva constitución. Este bestiario describe unos seres mitológicos que poseen un poder discursivo, expresivo y performativo muy poderoso, ya que cuentan con la caja de resonancia de los grandes medios de comunicación corporativos, y además una cierta capacidad intimidatoria, dado que han ocupado las plazas privilegiadas de la autoridad por décadas, incluso desde los albores de la república. Pero es necesario recordar que estas bestias fantásticas no son más que eso: criaturas de la imaginación, que existen solamente porque se las mantiene vigentes en base al temor, la costumbre y la capacidad disuasiva del poder y la tradición.


1. Las Momias


En Chile la palabra momia (y momio) tiene una larga y fecunda trayectoria. El apogeo de esta bestia transcurrió durante los años sesenta y setenta, entre el final del gobierno de la Democracia Cristiana y durante el gobierno de la Unidad Popular. Esta bestia representa a la derecha conservadora, en su expresión más tradicional y clásica. Algunos autores han relacionado esta criatura a la imagen que proyectaba el expresidente Jorge Alessandri Rodríguez, que siempre ataviado por su larga bufanda parecía una “momia” vendada. De allí la extensión del epíteto “momio”, a todos los partidarios de la derecha, especialmente a sus expresiones conservadoras, católicas y tradicionales. La momia, como bestia envuelta en vendajes, es la imagen perfecta del inmovilismo. Más que una bestia activa, parece ser una bestia reactiva, que se moviliza solamente por el mantenimiento del statu quo. Momificada y protegida por sus vendas, la rigidez cadavérica le permite una sobrevivencia en un tiempo extraño, alejado de su época. Es una bestia atemporal, ajena al paso del tiempo, que resiste a la actualidad. Su nostalgia por un orden perdido le lleva a posicionarse en contra de la innovación y el cambio, pero sin menospreciar una mínima capacidad de adaptación, para no desaparecer totalmente.


De allí que las momias y momios sean conservadores con matices liberales, ya que sin ese aire de supuesta libertad (fundamentalmente económica) no podrían salir de sus pirámides. Expresan así una síntesis del pensamiento liberal-conservador que se integra en una visión anti-popular, elitista, despreciativo de la plebe como actor con posibilidad de representación y expresión propia en la sociedad y la política. De allí su temor atávico a una Constitución que redistribuye el poder en las regiones, las mujeres, los pueblos indígenas, y en general en quienes no han contado nunca con un campo de representación autónomo, sino sólo de forma episódica, hasta ahora, ya que la nueva constitución institucionaliza su presencia de forma permanente y sustantiva. De allí que el “momiaje” no conciba una sociedad que deberá acostumbrase a una democracia inclusiva y paritaria, en el marco de un estado plurinacional, intercultural, regional y ecológico.


2.Los zombis


Esta bestia es un ente que, de una u otra manera, fue resucitado o reconvertido a una nueva vida, después de estar considerado muerto. Se trata de una leyenda presente en variadas culturas, pero fuertemente divulgado desde el culto vudú haitiano. A diferencia de las momias, que se han conservado por un embalsamamiento, los zombis han regresado a la vida por los poderes mágicos por un hechicero, que les han convertido en sus esclavos, con una misión específica. En este sentido se habla del poder zombi de criaturas que han muerto políticamente, que han sido derrotadas una y otra vez, o que han quedado a la vera de los cambios en sus propios sectores políticos, y que han sido reconvocados, reconstruidos y reposicionados en el debate nacional por la conveniencia de levantar sus voces en un contexto de conveniencia.


A diferencia de las momias y momios, los zombis más valiosos no tienen un pasado claramente conservador. Muchos zombis fueron “en vida” figuras con un aire progresista, o al menos reformista. Mientras más claro ese abolengo concertacionista, social-liberal o democristiano de los noventa, más valiosa se convierte esta criatura para los magos mediáticos que le han devuelto a la vida pública. Lo que caracteriza a esta especie es su apetito insaciable de figuración, y la oportunidad inesperada de revivir que se les presenta en el caso de un triunfo del Rechazo. Su expectativa es que en ese escenario puedan recuperar las carnes fibrosas y una nueva oportunidad de existencia política, donde el poder que hoy poseen como concesión y gracia de los magos, se convierta en poder propio, como antaño. Lo que no quieren reconocer es que esta vida milagrosa, de bestias revividas, tiene fecha de caducidad, ya que sólo son útiles en tanto seductores de temporada.


3.Leviatán


Esta bestia política es central en todo análisis que busque identificar el poder real en una sociedad. ¿Quién, o quiénes, son el real Levitán de Chile? En la tradición bíblica esta criatura es un monstruo policéfalo, con forma de serpiente o una bestia marina de siete cabezas, que no ostenta su poder en público, sino que se oculta hasta aparecer solamente en ocasiones precisas, como actor desequilibrante en las circunstancias claves de la contingencia. De allí la descripción que nos ofrece el libro de Job: “Nadie hay tan osado que lo despierte… De su grandeza tienen temor los fuertes… No hay sobre la Tierra quien se le parezca, animal hecho exento de temor. Menosprecia toda cosa alta; es rey sobre todos los soberbios”.


Desde Hobbes se entiende por Leviatán al poder soberano, que este autor asimila al poder absoluto de las monarquías. Pero en términos politológicos, esta bestia sería el poder descomunal y profundo que sostiene la base formal del Estado, la estructura de poder sobre la que se constituye todo poder constituido. De allí que Hobbes describa a Leviatán como una bestia que utiliza la coerción, lo que necesariamente implica represión o ejercicio de la violencia, con el fin de instituir un Estado que impida volver al estado de naturaleza, para evitar un contexto de guerra de todos contra todos. Para eso es necesario ejercer temor, incluso el terror, estableciendo un orden inmodificable. Por eso Leviatán defiende una tradición finisecular, no escrita, una suerte de “Constitución histórica” que describe un orden naturalizado del poder social.


Leviatán es una bestia polimórfica, que serpentea bajo las aguas, y posee siete cabezas. No es posible decir que sea solamente un poder militar, o corporativo-financiero, u oligárquico, judicial, o global-empresarial. Es eso y mucho más, como figura de múltiples cabezas, que adopta estructuras de poder difuso y omnipresente. Un proceso constituyente, como el que estamos viviendo, lo que hizo fue despertar a esta bestia. De allí los colosales poderes que se mueven tras las aparentes circunstancias que se visibilizan ante la opinión pública. Leviatán está incómodo porque se le ha osado sacar de su letargo por una criatura inesperada, que en octubre de 2019 perdió el miedo a su poder telúrico.


¿Es posible derrotar a Leviatán?. ¿Es posible doblegar a esta criatura? La historia muestra que existen momentos de inflexión política en los cuales Levitán ha sido derrotado o al menos controlado por un período de tiempo. El carácter policéfalo de Leviatán es la fuente de su debilidad. Ya en la mitología griega Hércules se enfrentó a la Hidra de Lerna, una bestia de siete cabezas, a la que cada vez que se cortaba una cabeza le aparecían otras dos. La clave de la victoria de Hércules fue recurrir a la ayuda de su sobrino, Yolao, quién quemaba la herida de las cabezas cortadas de la Hidra para cauterizarla y evitar que naciera una nueva. El mito sostiene que a esta bestia no se le derrota con un poder equivalente, por fuerte que parezca. Se requiere una alianza, cooperar con aliados que vengan en ayuda del héroe, y que le proporcionen un apoyo estratégico. En segundo lugar, se trata de cortar cabeza por cabeza, no hay un centro único ni un poder central y unificado al que derrotar. Y es preciso que cada fisura, cada ruptura en la estructura de poder, sea lo suficientemente claro y definitivo, como para evitar que se regenere la vieja lógica de poder que se quiere superar.


Por otra parte, Leviatán sabe que un eventual triunfo del rechazo lejos de generar un apaciguamiento de las posiciones va a sacar del camino a los actores que hoy ponderan milimétricamente los pro y contra del cambio constitucional, en términos de complejidad de análisis y va a dar alas a las visiones más hobbsianas de la política, animadas por el principio de fuerza, acción y reacción. En ese contexto, la desafección y desconfianza de los sectores sociales más desaventajados, en la posibilidad de una transformación institucional por una vía política, augura un escenario cada vez más polarizado, sin que existan nuevos recursos políticos adecuados para la gestión de una crisis, signada por la deslegitimación de las instituciones. Los monstruos fascistas que irrumpirán en esa escena ya se conocen: masas desafectadas, sin líderes competentes que les convoquen, bajo parodias de cambio y promesas de reforma que bien sabemos que no llegarán.


Por eso no todas las cabezas del Leviatán están en la misma predisposición ante el cambio constitucional. Aunque no lo digan, algunas de ellas saben que estamos a tiempo de evitar esta catástrofe y buscar en la nueva constitución los verdaderos aglutinantes de un proyecto de vida compartido, donde el hombre no sea un lobo para el hombre. Finalmente, esa es la misión de Leviatán.


(*) Rector UAHC

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