El Partido Socialista vive una profunda crisis: de proyecto histórico, liderazgo político, institucionalidad y democracia interna. Hoy el PS se ha vuelto irreconocible a la luz de su rica historia y tradición política. Un partido que siempre fue querido y respetado por el pueblo hoy vive la deslegitimación social más profunda de su historia.
Los últimos Congresos partidarios siempre expresaron la clara voluntad de la militancia en favor de un programa antineoliberal y crítico al capitalismo; de reconectar al socialismo chileno con el movimiento social; y por más democracia en la sociedad y en el partido. Esa persistente voluntad de la militancia nunca fue asumida por las últimas direcciones partidarias. Los congresos y sus resoluciones terminaron siendo una concesión a la cultura allendista que aún pervive en las bases, pero nunca existió la real voluntad de representarla.
En estos años también se perdió el sentido de la responsabilidad política. El actual núcleo direccional es continuidad de la dirección que se negó a la realización de primarias internas y de la ex Nueva Mayoría (2017), y que condujo a la peor y más grave derrota presidencial del 90 a la fecha. Lo que correspondía era asumir la responsabilidad política y renunciar. Ni siquiera hubo una autocrítica.
Tan grave como lo anterior fue el alejamiento de los movimientos sociales. Los y las dirigentes sindicales y sociales socialistas dejaron de ser escuchados/as en la estructura partidaria. Esta despolitización y quiebre con lo social impidió al PS estar junto al pueblo en el ciclo de impugnación al neoliberalismo que se abre a partir del movimiento de 2011 y que tiene su momento cúlmine en el estallido social del pasado 18 de octubre (2019), pasando por el poderoso y determinante movimiento feminista, el surgimiento de NO + AFP, y de las diversas luchas laborales, regionalistas, medioambientales, de los pueblos originarios, de estos últimos años.
Chile despertó, pero el PS sigue sumido en el letargo, empeñado en reconstruir un bloque político completamente ajeno al nuevo escenario político. Así, en el plano de las alianzas se ha optado por una "convergencia progresista" con el PPD y el PR. La tradición allendista siempre fue de diálogo y unidad de la izquierda y no de la formación de un “polo socialdemócrata” conservador como por el que se ha optado. La apuesta estratégica del actual núcleo direccional ha sido conformar un espacio de "centroizquierda" y no de izquierda, expresión de la opción de “humanizar” el neoliberalismo y no de combatirlo y superarlo.
La actual dirección ha carecido de la voluntad democrática de integración de posiciones diferentes o disidentes. Su hermético poder descansa en un padrón clientelizado y despolitizado. Para ello inventaron su propia militancia de base: el "militante ficha". Tres o cuatro comunas pesan más que toda la verdadera militancia socialista. La voluntad soberana de la militancia socialista se encuentra hoy secuestrada y estructuralmente neutralizada.
La militancia histórica ya no representa más del 20 % del padrón actual. Vivimos desde hace años una profunda diáspora socialista. El excesivo parlamentarismo y el poder de caciques locales que se vienen reeligiendo por décadas ha ahogado la democracia interna. Sus principales dirigentes no opinan de lo relevante ni defienden con energía los intereses de los/as trabajadores/as y del mundo popular. Aferrarse al poder a como dé lugar sin considerar el bien común socialista y deambular erráticamente por el escenario político, premunidos de un pragmatismo sin proyecto, ha sido la constante de estos años.
Junto a lo anterior la dirección del PS no ha estado a la altura ni ha actuado con prontitud y contundencia frente a las graves denuncias de irregularidades e incluso de niveles de connivencia con el narcotráfico y la delincuencia derivados de dicho padrón clientelar. Ello ha dañado gravemente la imagen del PS y se ha comprometido su patrimonio moral. Medidas tan obvias como la intervención del comunal San Ramón y el refichaje de ese comunal y de otros en situaciones semejantes, nunca fueron adoptadas. La creación de una comisión de algunos ex Presidentes del Partido para revisar el padrón terminó sin resultados a la altura del problema.
La última elección interna del PS lejos de unir al Partido e iniciar un proceso de relegitimación social, profundizó las desconfianzas internas. Quedó en evidencia el peso incontrarrestable del padrón clientelar sobre la voluntad democrática de los y las militantes. Los resultados se conocieron casi un mes después y los primeros días no hubo cómputos. Dicho acto electoral estuvo por debajo de estándares democráticos mínimos, y si no fue impugnado ante el Servel fue exclusivamente por no profundizar la crisis partidaria. Se sabe que la única discrepancia que no tolera la democracia es sobre las reglas del juego y en el PS el acuerdo en torno a esas reglas ha sido roto por el actual grupo dirigente reiteradamente.
A nuestro juicio, se han cerrado así todas las posibilidades de un cambio democrático e institucional desde el interior del PS.
La revuelta social del 18 de octubre de 2019 dejó en evidencia todas las falencias políticas de estos años, las que debemos analizar con sentido autocrítico. Y puso en evidencia algo más grave y urgente: no es posible salir de esta crisis sin un cambio profundo del actual sistema de partidos y de representación política. Que la crisis no tenga una resolución conservadora y autoritaria, sino una salida de profundización democrática y posneoliberal pasa por una reestructuración y regeneración del sistema político chileno.
El anquilosado sistema de representación es hoy un obstáculo a una resolución progresista de la crisis. En las actuales circunstancias un PS sin iniciativa política ni capacidad de articulación política (y con las serias carencias de legitimidad social ya señaladas), no sirve a los intereses de la sociedad y del pueblo movilizado. Se requiere reconstruir un nuevo sistema representativo y dentro de ello dar paso a nuevos actores políticos que expresen de mejor forma las urgentes demandas sociales y de derechos humanos, y reconstruyan el nexo y la confianza con la sociedad y el pueblo movilizado a partir del 18 octubre.
También ha sido evidente la debilidad de una voz y la ausencia de un proyecto socialista para Chile en la actual coyuntura abierta a contar del 18-O. Un PS que no se decanta entre proseguir con las lógicas transicionales y de administración del status quo (incluso miembros socialistas han demandado “mano dura” frente a las movilizaciones); o bien se define como una fuerza socialista de izquierda, que hace una opción clara en favor de apoyar al pueblo movilizado, y de potenciar una salida de profundización democrática, popular y postneoliberal. La no resolución de esta contradicción al interior del PS ha sido grave y ha privado al pueblo movilizado de un instrumento de apoyo y de transformación en esta etapa histórica.
En este contexto, el PS actual se ha vaciado de la legitimidad para representar la continuidad histórica del socialismo chileno. De la misma manera que el pueblo deroga hoy el poder de quienes han abusado de él, la militancia y el pueblo socialista debe actuar con esa misma rebeldía destituyente frente a quienes han conducido el PS a esta crítica situación.
Por las razones expuestas, quienes firmamos esta declaración hemos renunciado o lo bien lo haremos efectivo a partir de ahora a nuestra militancia en el PS. Lo vemos como un acto que no altera en nada nuestro compromiso e identidad socialista. Renunciamos al actual PS justamente para poder trabajar con libertad por el socialismo. Buscaremos nuevas formas orgánicas de expresión de nuestro compromiso e ideario socialista, proyectando lo mejor de la historia y cultura socialista a los desafíos del siglo XXI y, por, sobre todo, poniéndolo al servicio de este poderoso y esperanzador movimiento social que se ha abierto el 18 de octubre de 2019.
Invitamos a los y las socialistas a adherir a esta carta y a autoconvocarnos en los próximos meses para dar paso a un proceso refundacional del socialismo chileno en torno a una nueva expresión orgánica que se ponga verdaderamente al servicio de las demandas más sentidas de los chilenos y chilenas por combatir la desigualdad, la defensa de los derechos humanos y contra los abusos de un modelo neoliberal fracasado, contribuyendo a la definición de los contenidos de una democracia avanzada que debe tener la Nueva Constitución que el pueblo con imaginación y lucha está en proceso de conquistar.
German Correa
Pilar Durán
Ernesto Águila
Paula Astudillo
Jaime Pérez de Arce
Marcelo Díaz
María Eugenia Camus
Willy Kracht
Eolo Díaz-Tendero
Mónica Quiroz
Patricio Riffo
Cristóbal Valenzuela
Evelyn Mierzejewski
Mario Bugueño
Ruth Silva
Rossana Carrasco
Eduardo Muñoz Ichausti
Marcos Mattar
Sandra Tobar
Hernán Aburto Uriz
Cynthia Burgos
Iván Paez
Jaime Bravo
Matías Libuy
Angelica Astorga
José Rodríguez
Verónica Tobar
Mauricio Bugueño
Pedro Pablo Fernández
Jorge Silva
Luis Lizama
Claudia Angulo
Marco Bugueño
Eduardo Araya
Mariana Arellano Ogaz
Hugo Hernández
Alejandro Kohler
Sergio de la Fuente
Fernando Estenssoro
Rocío González
Hernán Aburto Espinosa
Gonzalo Carvajal
Leonardo González
Álvaro Barrera
Catalina Moya
Pablo Bórquez
Ulises Pasten
Yerman Rojas
Ignacio Andrade
Raquel Águila
Gonzalo Valderrama
César Yáñez
Hiram Villalobos
Carolina Olmos
Álvaro Medina
Jorge Rojas
Rosa María Lizama
Sergio de la Fuente
Felipe Maldonado
Juan Cuevas
Celso Oviedo
Matías Valenzuela
Luis Vázquez Carreño
Mariana Arellano Espinoza
José Tomás Sarmiento
Matías Libuy
Ana María Campillo
María Ichausti
Jorge Muñoz
Iris Silva Becerra
Enero, 2020
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